lunes, 3 de mayo de 2010

Carisma de paz; carisma de felicidad

Tenía ganas de preguntarle cómo estaba, ¡pero bien sabe Dios que no hacía falta! Se la ve lucir su sonrisa, si cabe, más vital que antes.
Cuando fuimos a verla al hospital, ya hará un mes, poco después que despertara de la anestesia, no parecía haber sido operada de un cáncer de mama ni estar sometida al temor de la que sabe puede quedarle muy poco tiempo. Al contrario, sonreía feliz; sobre todo –en lo que yo pueda conocerla– porque contentos estábamos los que la rodeábamos: del resultado de la operación todo eran buenas noticias.
¿Sabéis qué contestó cuando al fin ayer pude hablar con ella y preguntarle? Pues: “estoy mejor que antes, mejor que nunca…”
Y yo, que de joven creí en nosotros la Iglesia y en Cristo nuestro Maestro por la fe de mis mayores –en edad–, hoy sigo encontrando razones para creer en las que son mayores que yo en fe, en esperanza, en amor.
Y continuó diciéndome: “Pero dime, ¿qué es esa buena nueva que me han dicho de ti…? ¡No sabes cómo me alegro!"
Puntualmente, el demonio, siempre astuto, sabe darnos entre tanta col alguna lechuga. Y heme aquí con una cierta tranquilidad…
Nada que ver con la paz, con la felicidad que gracias a Dios pude intuir aquel primer día, ya hace más de diez años, que las oí cantar…

A mi “subpri”, con mucho cariño.

1 comentario:

  1. A veces que cuando una persona tiene una Fe verdadera, ante la enfermedad o dificultades se fortalece.

    Si encima del sufrimiento falta la Fe, sería horrible.

    Un abrazo, Montserrat

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