viernes, 23 de abril de 2010

... pero una palabra tuya bastará para sanarnos

Poco antes de la comunión, después de rezar en comunidad el Padre nuestro y ofrecernos mutuamente la paz (no solo a los presentes), tras la fracción del Pan y reconociendo en él al Cordero de Dios, desde hace ya poco más de un año, a la invocación respondo: "No soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarnos"
Un pequeño cambio del que nadie se percata (creo que ni siquiera mi chica; ya veréis cuando lea esto) porque no pretendo alterar la liturgia, rica en simbolismo y significado.
Pero fue un impulso grande ese primer día, ya os digo hace poco más de un año. Vivir en la fe (¡ay!) no quita de caer cuanto menos en la tentación del desconsuelo, de creerte solo, abandonado de los tuyos; y sientes como si el velo de tu casa se rasgase desde lo alto hasta tu propio infierno.
En los primeros tiempos de nuestra fe (como hasta hace bien poco en nuestra sociedad) el patriarca de la familia la gobernaba toda ella. Ese "todo ella" realmente era así: no solo la hacienda sino la esposa y los hijos y sus bienes. Hacer y deshacer, atar y desatar.
Lo evoco, aunque nada añorante de "viejos tiempos", sí para compartiros y alcancéis la paz que me infundió recitarlo así: ”... pero una palabra tuya bastará para sanarnos"
De nada me servía estar allí, celebrando la eucaristía, con la comunidad, incluso con mi mujer... si mis hijos estaban distantes de mí y yo distante de ellos.
De alguna manera, ¡doy gracias a Dios!, conseguí dejar allí -momentáneamente- mi ofrenda y acudir donde ellos; y darles la paz en un abrazo paterno. Al regresar al Padre, tras así reconciliarme con mis hijos, ya pude reanudar la ofrenda sabiéndonos sanados.
Porque los padres, como antaño, podemos -y debemos- bautizarnos nosotros y toda nuestra casa (p. ej. Hc 10, 4). Porque podemos -y debemos- rezar por nosotros y por todos los de nuestra casa. Porque debemos procurar nuestra sanación y la de toda nuestra casa.

4 comentarios:

  1. Hola, esto es muy bonito rezar todos en familia y educar.
    Pero luego cada cual va viviendo en su propia filosofía.

    Ahora bien las semillas ya están sembradas.

    Yo siempre digo que mis principios cristianos me han ayudado mucho psicologicamente.

    Ay Padre Nuestro, líbranos también de las depresiones.
    La Fe también es terapéutica y mucho.

    En el Catecismo nos enseñaban,casi los mismos valores que en ética, pero además añadido por la esperanza y la Fe en Dios.

    Ay perdona ya me estoy enrollando.

    Sigue publicando tus entradas, me encantan.

    Un abrazo para ti y Marieta, Montserrat

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  2. Que así sea "su chico", sois unos buenos padres.
    Sor. Cecilia

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  3. Hola "su chicho", no tiene nada que ver, pero al leer tu entrada me he acordado de mi hijo el pequeño, cuando murio mi madre el teniia 7 años y la queria mucho, una noche cuando fue a darle un besito me dijo: mama si decimos una palabra tuya bastara para sanarme porque no ha dicho nada para que la yaya se curara. Han pasado ya 12 años. Un saludo para su chicho" y para tus seguidores.

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  4. Hola "anónimA"... porque ¿eres mamá, verdad?
    No es muy adecuado contestar con una pregunta; pero... aunque no dijo (¿Él?) nada... ¿quién debía curarse? ¿la yaya, o él, tu pequeño?
    No dejes que en la duda, olvide que la quería mucho
    Perdona si abuso de tu anonimato y pretendo ahondar en tu alma
    Pero sigo Su Mandato: ser uno en tí, como Él es Uno en mí

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