martes, 20 de abril de 2010

Memoria del velo

Recuerdo una anécdota que me contara mi madre referida al tema del velo. Acababa de fallecer mi abuelo materno (a quién le debo mi nombre) y ella, fiel a la “tradición de su pueblo”, vistióse de negro de pies a cabeza.
Mi madre fue siempre (y pese a la edad y lo vivido, es) de complexión trabajadora y mente subyugada. Tuvo necesidad de acudir donde trabajaba mi padre. Llegada allí, el encargado se dirigió a mi padre con esta misiva: “tu madre está a la entrada y pregunta por ti”
Pues el luto, verdaderamente, vestía de vejez –y muerte– a la persona.
Mucho más recientemente (otra anécdota), acompañé a una monjita a cierto recado en la ciudad. Circulando por una avenida principal, al ver a una –presumible– mahometana, me dice: “No sé porqué tienen que cubrir su cabeza y vestir así”. Verdaderamente, de nuevo, quedé asombrado de aquella exclamación; y repliqué: “igual que vosotras, ¿no?” Pero ella, muy decidida, añadió: “¡No… nosotras lo hacemos por fe!”
Quede claro (y no precisamente entre paréntesis) que esto lo digo porque solo se destruye aquello que se odia o se teme; llegado el caso, se critica lo que se ama y respeta.
Y os estoy hablando de mi madre y de mis hermanitas.
Pero esto del velo, ¿acaso pretendemos ocultar tras él la vergüenza por nuestros hijos que muestran sin mayor apocamiento sus calzoncillos de “marca” frente a adolescentes que resguardan con él -el velo- su íntimo fervor? ¿Por qué en este caso debemos suponer imposición… mayor que la que supusimos en el velo con los que “enterrábamos a nuestros muertos”?
¿Pretendemos rasgar velos a la belleza externa… y poner remiendos de buen paño y oro fino a la inmundicia que sale de nuestro interior?
Los sentimientos, aprendí en pareja en un bien hallado Encuentro, no son ni buenos ni malos. Calificamos como tales los actos cometidos a raíz de ellos.
Los velos solo ocultan o resaltan (una vez más la ley del péndulo) nuestra belleza.
Juzgarla si buena o mala… ¡va más allá de nuestra competencia!
Pues ella, mi competencia, debiera quedarse en lo que siento, en lo que amo.

2 comentarios:

  1. Buena experiencia , cada cual la suya.
    A la salida de un monasterio, unas calles más abajo, había un tenderete ambulante con unos marroquiés. Las mujeres con sus velos cubriendo la cabeza y esos enormes ojos hicieron que una monja de clausura las saludaran; ellas se reían y reían. La monja en cuestión hizo lo propio también se rió. Entonces las jóvenes le preguntaron a la monja:¿Por que lleva usted la cabeza cubierta como nosotras?. La monja le contestó: «Es señal de consagración a Dios», ellas seguían riéndose y añadieron con gran júbilo:¿Entonces usted también es vigen como nosotras?.
    He aquí, dos experiencias distintas con un mismo velo.
    Con ternura.
    Sor.Cecilia Codina Masachs O.P

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  2. SU CHICO:

    Cuando una persona lleva un velo porque quiere, no por imposición sea musulmana o cristiana, bien.

    Pero lo que no me gusta son las mujeres enterradas dentro de un burka.

    Cuando yo era jovencita en invierno llevábamos un pañuelo atado a la cabeza.
    He ahi las escenas en el cine de la chica en un vespa y su pañuelo, eso si de colores.

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