miércoles, 13 de julio de 2011

Mitad

La mitad.
Curioso sustantivo siempre usado arbitrariamente poco más de una parte (¿la mitad?) de su justo significado.
La mitad exacta... siempre entrará en conflicto con nuestro  sentimiento de equidad, de justicia.
La mitad... ¿es el término medio? ¿La mitad es la media?
La mitad es algo más que dos trozos pretendidamente iguales que dan lugar a otro trozo no distinto sino simplemente más grande
Una “mitad” debería ser complementaria de otra “mitad”. Entre las dos tendrían que formar una totalidad. Es más, su principal propiedad sería, necesariamente con la otra, el formar una unidad: ser entre las dos (aun simétricas o radicalmente diferentes) un todo único.
Hoy cumplo cincuenta años y ya quisiera yo andar por mi mitad
Con suerte vendrán ahora mis mejores sentimientos... pues ya creo haber tenido mis mayores deseos
Sin duda se verán cumplidos los anhelos que mi primera mitad ha logrado plantar e incluso ver germinar... pues sin vacilación seré capaz de regarlos con lágrimas vivas y abonarlos con trozos de mi alma y mi carne
¿La mitad de los pasos andados? ¡Si estuve parado la mitad de este tiempo!
La mitad de mi vida... siento que no: ni una infinitésima parte.
La mitad de mi muerte... quiero creer que no: por eterna que se presente su parte.
La mitad
Curioso su significado, tan redondo, tan completo, tan pretendidamente exacto... aunque su propia razón y sentido nos indiquen que esto no es cierto
La mitad
¡Hace ya mucho tiempo que para otra mitad ya no me queda tiempo!
Pero sí amor
Muchísimo más de una simple mitad

Aunque sirva de precedente, en esta ocasión seré yo quien le regale a mi otra mitad en el día de mi cumpleaños:

En la Eternidad
podremos infinitas vidas vivir
De todas ellas
escogeré la más intensa
para hacerlo junto a ti

Besos y gracias por estar ahí este día de mi 50 cumpleaños
al + mc

viernes, 1 de julio de 2011

Deberes

Todo lo que no se usa acaba atrofiandose.
Especialmente la memoria. Y además, puede ser dificil darnos cuenta de su pérdida pues la hay de diversos tipos o utilidades:
Espacial, de la cual tengo muchísima: jamás me he perdido... por las calles
Asocialtiva, la que suelo mezclar con altas dosis de imaginación
A largo plazo... (ya os contaré)
También están las que debo trabajar si las quiero recuperar
Memoria a plazo cuando éste no me da suficiente interés (como los bancos, vamos)
Y sobre todo, la memoria lingüística para recordar nombres o párrafos literales
Cabe pues predicar con el ejemplo. He aquí mis deberes
Dedicados, especialmente, a los que también quisieran hacerlos más ya no pueden


Era difícil estimar la velocidad del aeroplano que sobrevolaba la sabana sobre un cielo azul intenso, sin una nube a la que poder tomar como referencia. Todo lo contrario que con el elefante que corría raudo a la panadería con cara de mala uva: tronco a tronco iban cayendo cada uno de los álamos que ofrecían algo de sombra en la dura pendiente del paseo de la alameda. Me cogiste del brazo, no sé bien con qué intención: si evitar su atropello o garantizarme un eficaz empujón al tejado del edificio de enfrente. Estaba contemplando una zapatilla (en los escaparates de las zapaterías sólo muestran uno del par, separando así arbitrariamente  lo que ha de usarse unidos necesariamente) e imaginándome qué tal se ascendería a la montaña con ellas, cuando se me atragantó el bocado de tortilla y mi cara se puso verde brillante como una esmeralda. Fue en ese instante cuando me crucé con ella.

¿Ana Pérez...? Maldije por enésima vez mi memoria de pez para los nombres y le saludé con un aséptico ¡Hola! Buscaba una comisaría pues le acaban de arrebatar un bolso amarillo de un tirón. “Afortunadamente” no le habían hecho daño, pero se llevaron con ellos el mísero sueldo que la empresa donde limpiaba por fin se había dignado pagarle. Dos días llevaba sin probar bocado para que sus hijos pudieran hacerlo... si al puchero con agua de rancios huesos hervida que preparaba así denominarse pudiese “comida”. Le indiqué que en la plaza de la estación había un retén y se encaminó hacía allí. Ya ves, nada más hice por ella y me sentí como el rey David en su trono otorgando sus favores. Menos mal, en otro encuentro posterior me contó, que en la comisaría los policías se apiadaron de su causa, realizaron una colecta y le ofrecieron doscientos euros para que pudieran comer sus cuatro hijos, ella y hasta el gato Benson

Y hasta aquí el borrador de mis deberes. Si me lo das por bueno dejará de serlo.

Dos besos, 
al + mc