Zaqueo era un personaje público; ello puedo deducirlo fácilmente de la fuente (para mi acreditada) que cita una ráfaga de su vida.
La figura pública actual más cercana a él pienso que es la de un político. No importa su programa ni el color de su discurso.
Pues los políticos, como ningún otro personaje al uso, saben moverse en la “legalidad vigente” como un mamífero (advenedizo, eso sí) en el agua.
Pero lo legal, no importa cuán hartos estemos de sufrirlo, para nada es lo justo.
Que se lo digan a tanto niño mimado por sus padres, cuando éstos solo por la vergüenza de verse al fin señalados, duramente le castigan hoy lo que ayer impune consentían. Pudiera el hijo comprender que lo bueno de ayer, hoy no lo es tanto… con cierta paciencia y metodología del que ahora cambia sus esquemas y conceptos a su comodidad e incluso beneficio. Pero renegará, insisto, del que a base de sangre –suya– pretenda imponer su nueva legalidad vigente.
Y Zaqueo era escrupulosamente legal; como los políticos de siempre. Sí; porque, entendámonos: cuando un político disgrega su propia legalidad deja de serlo y se convierte en simple delincuente. El genuino político es un animal legal tal como el resto de los humanos somos animales sociales o socializados.
La moraleja, de siempre, es que para nada basta con ser legal; ni siquiera de oro fino.
Hay que ser justo. La justicia va más allá de la legalidad; sobre todo de la vigente.
Por eso Zaqueo, al enfrentarse al (cuanto menos para él) Justo ente los justos, no puede sino reconocerse pecador (en nuestro contexto, digamos legal) y exclama arrepentido: “Si de alguien me hubiese aprovechado le restituiré cuatro veces…” Notemos el condicional “si”, siempre en lo políticamente correcto. Pero Zaqueo quiere ir más allá: de haber sido así no responderá con más legalidad; sino con lo que él quiere creer justo: el doble de lo legalmente establecido.
Sí. Zaqueo, insatisfecho de legalidad, anhela un algo más. ¿Le llamamos plenitud, perfección, bondad? ¿Acaso Amor?
Los creyentes pudiéramos decir que esto último; los no creyentes quizás un simple sentirse a gusto y en paz consigo mismo.
La figura pública actual más cercana a él pienso que es la de un político. No importa su programa ni el color de su discurso.
Pues los políticos, como ningún otro personaje al uso, saben moverse en la “legalidad vigente” como un mamífero (advenedizo, eso sí) en el agua.
Pero lo legal, no importa cuán hartos estemos de sufrirlo, para nada es lo justo.
Que se lo digan a tanto niño mimado por sus padres, cuando éstos solo por la vergüenza de verse al fin señalados, duramente le castigan hoy lo que ayer impune consentían. Pudiera el hijo comprender que lo bueno de ayer, hoy no lo es tanto… con cierta paciencia y metodología del que ahora cambia sus esquemas y conceptos a su comodidad e incluso beneficio. Pero renegará, insisto, del que a base de sangre –suya– pretenda imponer su nueva legalidad vigente.
Y Zaqueo era escrupulosamente legal; como los políticos de siempre. Sí; porque, entendámonos: cuando un político disgrega su propia legalidad deja de serlo y se convierte en simple delincuente. El genuino político es un animal legal tal como el resto de los humanos somos animales sociales o socializados.
La moraleja, de siempre, es que para nada basta con ser legal; ni siquiera de oro fino.
Hay que ser justo. La justicia va más allá de la legalidad; sobre todo de la vigente.
Por eso Zaqueo, al enfrentarse al (cuanto menos para él) Justo ente los justos, no puede sino reconocerse pecador (en nuestro contexto, digamos legal) y exclama arrepentido: “Si de alguien me hubiese aprovechado le restituiré cuatro veces…” Notemos el condicional “si”, siempre en lo políticamente correcto. Pero Zaqueo quiere ir más allá: de haber sido así no responderá con más legalidad; sino con lo que él quiere creer justo: el doble de lo legalmente establecido.
Sí. Zaqueo, insatisfecho de legalidad, anhela un algo más. ¿Le llamamos plenitud, perfección, bondad? ¿Acaso Amor?
Los creyentes pudiéramos decir que esto último; los no creyentes quizás un simple sentirse a gusto y en paz consigo mismo.
Para unos y otros, sin duda, sentir en esta vida que solo para los heridos de muerte por el amor hay salvación.