Creo que es hora de hablar de mi otro hijo, el mayor, Dany.
Así llamó él a su hermano Carlos cuando unos familiares vinieron a verle recién nacido:
- El otro está ahí dentro - dijo al abriles la puerta y constatar a quién buscaban.
Clásico ejemplo de príncipe auto-destronado... aunque por siempre idolatrado por "el otro".
Un sevidor también sabe algo al respecto.
Pero hablamos de mi ayudante: Esta memoria de pez mía apenas me permite recordar sino gruesos recuerdos.
Siempre (bueno, la verdad es que ya no tanto) me ha gustado de ser "manitas" en casa. Pasar la antena del comedor a la salita... y un largo sinfín, hicieron que Dany se aficionase de bien pequeñito a las herramientas.
Siempre (bueno, la verdad es que ya no tanto) me ha gustado de ser "manitas" en casa. Pasar la antena del comedor a la salita... y un largo sinfín, hicieron que Dany se aficionase de bien pequeñito a las herramientas.
No recuerdo si fueron los Reyes o quizás uno de sus primerísimos cumpleaños, le regalemos una caja de ellas. Tenía de todo. Pero él prefería las de papá; y ayudarme en mis caseras chapuzas.
- Llámame ayudante, papá... requería con determinación. Y yo (¿cómo iba a ser de otra manera?) le decía:
- ¡Ayudante...! pásame el destornillador de estrella....; ¡Ayudante!, la llave inglesa...; ¡Ayudante!, el martillo...
Y desde sus primerísimos años hubo entre nosotros una complicidad que el puñetero tiempo cuanto menos nos ha adormecido.
Pero lucharé contra este mi alzheimer emocional y no olvidaré. Este recuerdo siempre lo conseguiré amar.
(...)
Mi chica es capáz de mucho más.
Ella es "la princesa de mis mareas"... mi memoria... mi almacén de recuerdos y mi reserva de amor.
Por mi chica soy capáz de recordar (de amar) más a mis chicos. Es el telescópio que me acerca sus estrellas. También un microscópio para poder bien verme por dentro.
Cuando lea ésto, vendrá a mí; acariciará mi pelo (el que me queda) y me dirá suave:
- Aquél día, tu ayudante...
Y en su regazo volveré a amar a mi primogénito en los días que no era tanto mi semejante sino mi ayudante
Pronto cumplirá los veintitrés. Y yo, más pronto, cumpliré la edad de tener que saber amarle tal y como él desea ser...
Pero, sobre todo, de por siempre recordarle como mi ayudante.